domingo, 28 de marzo de 2021

Relato 271


Relato 271


Nunca deberíamos callar un sentimiento, nunca deberíamos omitir la emoción que nos genera un aire o un desaire;

Deberíamos de tener la sana costumbre de poner en palabras todo aquello que nos mueve, lo que nos remueve o aquello que lejos de dejarnos indiferentes, 

nos conmueve.

Benditas emociones y estar vivo.


Decir en voz alta y a voz en grito un enorme y sentido “te quiero”, 

un “te extraño”, un “nunca más”, 

un “hasta aquí”, o un “por aquí, No.”, 

o un “no te vistas que no vas”...

Y así un largo etcétera de frases tan sencillas y explícitas como liberadoras y sanas, cargadas de tanta emotividad que deberían llevar alerta para los enfermos del corazón y la pasividad.


Hemos perdido la facultad de hablar con claridad y expresarnos con sinceridad, 

sin miedos, sin tapujos.

A las claras del día.

Por el contrario, se han duplicado lo que en el cualquier patio de colegio se llama “cobardica”, 

está la vida esta repleta de ellos.


Nuestra querida, y a veces maltratada, lengua, tan rica en adjetivos y adverbios para concretar, matizar y poder  enfatizar, se ha visto invadida por sordos y eternos silencios que consumen y matan.


Es su turno de la palabra, úselo.

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