Tengo unas ganas de abrazarla que me ahogan, se me acumulan,
me superan y a la vez me generan más miedos.
Tengo sus “te quiero” de viva voz grabados a feugo pero echo de menos su calor,
único de su abrazo;
echo de menos cuando me acurruco sobre su pecho y entonces el mundo se hace menos pesado, “más amable, más humano y menos raro” como canta María (Jimenez);