Relato 228
En la enésima contradicción del día, insistimos y persistimos en la cruzada más idiota y más estéril que hayamos intentado jamás, “Robarle minutos al día.”
Como aquella guerra perdida en la que intenté restarle kilómetros a la distancia que me separaba de ella.
Y cuanto más me empeñaba,
más me desgastaba.
O aquella más absurda aún,
hablarle de medicina, de vida, de esperanza, de sueños,
de terapias y miles de alternativas al enfermo que decidió ser crónico y jamás quiso curarse.
Aquel que enfermó de pasado e hipotecó sus futuros a una pena y a un dolor, que no se perdona.”
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