Relato 278
Me ha regalado mi amiga @moli_moli__ una caja de lápices de colores.
Dice que siempre debemos estrenar lápices y nunca perder la ilusión de hacerlo.
Será que en esta etapa adulta,
debemos ser nosotros mismos los que incorporemos el color;
pues la vida, a veces, nos sorprende y se revela en “sepia”.
Será que debemos de buscar en los capítulos de nuestra infancia,
allá donde el color sobraba y todo versaba entre cromáticas de fríos y cálidos;
ceras, lápices y acuarelas para plasmar sobre el papel nuestra particular percepción del mundo.
Nunca me gustaron mis dibujos,
siempre me parecieron “feos” y poco artísticos.
Ya acechaba mi don de la divina perfección y la autocrítica, aunque a decir verdad, estos retratos tan poco armoniosos podrían deberse a la sinestesia de mi lado más sensible.
Me gustaba quedarme callada y observar a la gente, podía entender en sus ojos y gestos mucho más que sus palabras.
Desde bien chiquita percibí lo poco amable que puede ser la existencia humana, la dureza de la crueldad infantil y su consecuente sufrimiento.
Aún así siempre puse color en mis acuarelas.
Entre alpinos, cariocas y pinceles gira la vida.
C O L O R E S.
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