Relato 263
Yo quise salvarla, como quien se salva a sí mismo de un atropello,
como si la misma vida se me fuera en ella.
Quise salvarla de todas las aguas que inundaban su alma,
quise ponerle en tierra firme y secarle el llanto;
puse todo mi empeño por arrastrarla con mi brazada endeble pero firme.
Lo juro.
No faltaron intentos o gritos que le despertaran de su desgana,
pero hubo algo ...
Algo que heló mi ímpetu, lo volatilizó a fuerza de frío polar y se esfumó,
como si nunca hubiera estado allí.
Y allí, parada, detenida en los hilos de los tiempos sin medida,
decidí “NO” hacer.
A menudo se nos juzga por todo aquello que hacemos, que decimos,
o expresamos;
se nos juzga por hacer pasando inadvertida la enorme
y sabia contención que conlleva el “NO” hacer.
Así en mayúsculas,
porque muchas veces un “NO” te define más por ser un épico deshacer.
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