Relato 254
Todos tenemos un verano al que volveríamos;
aquel por el que venderíamos nuestro bien más preciado para revivir un momento, el momento;
aquel instante, suma de instantes, segundos o minutos que lo hicieron el mejor,
que lo catapultaron al éxito y lo elevaron a la categoría exclusiva, elitista e inigualable de :
“único”.
Aquel que marcó, que determinó y tuvo la santa osadía de dirigir y marcar el rumbo; aquel que cambió un simple “transitar” por “vivir” ; el reemplazo de “mirar” por “ver” y el bendito placer de mal dormir.
Reír.
El que grabó las letras de Sentir, en su máxima expresión, a fuego;
del sentir sutil, del incontrolable erizo en la piel con el simple oír de su voz.
Temblar.
Verano no es un nombre o sustantivo;
verano es mucho más que seis letras o un elemento fónico.
verano es un estado de ánimo,
una actitud;
una adicción, una canción en bucle;
la acción y su reacción;
la metamorfosis implícita e inevitable de aquello que te remueve, te mueve y te desplaza;
Verano es Roma,
porque todos los caminos te llevan a ella y de Roma, de todos es sabido, nunca se sale.”
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