domingo, 7 de junio de 2020

Relato 244



Relato 244


Es mirarle a los ojos y perderme en un mar inmenso, a días en calma, a ratos revuelto, pero más que las olas o el viento es mi propia marea la que perturba.

Llevas media vida teniendo concienca de ti, diez años descifrando el código de saber quien eres y el día menos pensado, te ves en mitad del mar, más desnuda que nunca, aún llevando traje, y sin tan siquiera saber hablar, apenas un balbuceo tras un leve ahogo.


De eso tratan las mareas, de revolverlo todo; de hacer preguntas nuevas cuando creías conocer todas las respuestas; 

de cambiarte el escenario cuando el asfalto era pan comido; 

o de robarte el pasaporte porque un sello más no te llevaría a la tierra de “Nunca jamás”.

Entonces me mira, me calma y yo nado.


Nado como si fuera por vez primera, pero con el garbo de haberlo hecho siempre; 

como si alguna parte perdida o quizás inconexa reestableciera comunicacion con control.

Nado y no dejo de nadar hasta tocar tierra firme pero esta vez, 

también por vez primera.


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