Relato 238
“A lo mejor es sólo cuestión de aceptar
que la persona en la que que nos convertimos es muy distinta a la de ayer,
y sin esperarlo, puede ser una bendición.
Que esta nueva es desconocida y sin ánimo de idealizar a la anterior,
todo resulta, cuando menos, raro.
Raro e inquietante, pero en mi característica contradicción, se antoja muy divertido, como los regalos.
Pero aquellos que no esperas, los que son porque sí, los que no hacen honor a una fecha especial, los espontáneos y, quizás, los más auténticos.
Ese sorpresivo instante de nervios que te hace reír y llorar a la vez, que te enmudece y en el intento de discurso... balbuceas; donde tu cara es la descripción gráfica de la palabra sorpresa y reflejas alegría en cada arruga, en cada hoyuelo; donde caes en la cuenta de la famosa frase y en la naturaleza de su extensión :”el regalo son siempre las manos que lo entregan”.
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